Hipócrates tenía su propia teoría, la de los cuatro humores: sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema.
Estos eran fluidos que vivían en armonía en el ser humano, pero cuando sus proporciones no se mantenían, se generaba un desequilibrio que llevaba a la enfermedad.
Hipócrates creía que el ser humano tenía la capacidad de curarse por sí mismo y el trabajo del médico consistía en facilitar esa curación, por ejemplo, indicando reposo y/o inmovilización.
Clasificó las enfermedades en agudas, crónicas, epidémicas y endémicas. Utilizó una serie de términos médicos que a día de hoy son de uso común como son: crisis, exacerbación o convalecencia.
Un legado muy importante de la época hipocrática es la descripción de fenómenos clínicos como ser la acropaquia, signo que aún hoy día se utiliza de forma semiológica cuando, por ejemplo, se valora a un paciente con enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
El documento más famoso del Corpus hipocrático es, probablemente, el juramento hipocrático, de contenido ético y orientador de la práctica médica.