El efecto Pigmalión se refiere a la influencia de nuestro comportamiento o pensamiento sobre otras personas, comenta la psicóloga, Lorena Muñoz.
En el anterior artículo hablábamos de cómo las expectativas que nos marcarnos pueden interferir en nuestro comportamiento y termina confirmando la falsa creencia por la que comenzó el proceso.
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¿Por qué se llama efecto Pigmalión?
Su nombre se debe a la cultura griega, y en concreto al escultor Pigmalión, el cual se enamoró de una de sus obras, Galatea.
Pigmalión esculpió a Galatea reuniendo en ella todas las características de una mujer perfecta que tuviera todos los atributos que él deseaba. Pigmalión comenzó a tratarla como si Galatea fuese de verdad. Entonces, le pidió a Afrodita, diosa del Amor, que diese vida a la escultura. Cuentan que Afrodita conmovida con la historia le dio vida.
¿Por qué ocurre el efecto Pigmalión?
En nuestro día a día tratamos a cada persona de forma diferente según lo que pensamos de ellas y le transmitimos de forma directa o indirecta nuestra creencia. Esto tiene consecuencias porque la persona responderá al tipo de trato que le damos.
El efecto Pigmalión hace referencia a las creencias que tenemos sobre el rendimiento o comportamiento de otros. Es decir, lo que nosotros pensamos de otra persona hace que condicione su comportamiento y, por tanto, termine cumpliendo nuestras expectativas. Por tanto, tiene mucho que ver con el peso que tienen las opiniones de los demás sobre uno mismo y en función de esto como actuamos.
Los autores M. Sánchez y M. López Fernández, en su obra “Pigmalión en la escuela” resumen este efecto de la siguiente forma: “El efecto Pigmalión requiere de tres aspectos: creer firmemente en un hecho, tener la expectativa de que se va a cumplir y acompañar con mensajes que animen a su consecución”.
Un ejemplo muy gráfico podemos verlo con los niños
Si frente al comportamiento del niño utilizamos etiquetas o el verbo ser, estaremos creando en el niño una creencia que acabará creyendo y con sus acciones realizando, es decir, si le digo constantemente a un niño “malo, vago”…… seguramente que en su autoconcepto el niño creerá que realmente es así y su comportamiento irá acorde a esta creencia.
Otro ejemplo que podemos observar en las aulas o en casa puede ser cuando utilizamos frases negativas sobre como hace las tareas, al final no se esforzará por que creerá que haga lo que haga no le saldrá bien, sin embargo, si utilizamos frases positivas que aumenten su motivación su rendimiento mejorará.
En vez de decir, “no te ha salido bien”, “siempre te equivocas en lo mismo” podemos sustituirlo por “¿qué te parece si intentamos hacer mejor esto?” “qué bien, pero fíjate quizá deberíamos ajustarnos un poquito más al cuadro”
En el caso de los niños, nuestras expectativas y cómo se lo decimos es determinante pudiendo influir en su autoconcepto.
¿Cómo podemos hacerlo de otra manera?
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Es muy importante pensar antes de hablar y evitar el uso de etiquetas.
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No utilices el verbo ser, el niño pensará que él es así y no se puede hacer nada para cambiarlo. Mejor utiliza expresiones como “estás siendo”, así nos referimos a un comportamiento puntual, en este momento no siempre.
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Cuando estés frente a una persona expresa de forma positiva, no vuelques tus propias limitaciones o prejuicios.
Y para terminar os dejo estas dos frases que resumen muy bien el efecto Pigmalión:
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“Trata a una persona como es y permanecerá como es. Trata a una persona como puede ser y podría ser y se convertirá en lo que puede y podría ser”,- Stephen R. Covey
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“Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es un estúpido”,- Albert Einstein.
Bibliografía
“Pigmalión en la escuela” de M. Sánchez y M. López Fernández.